NocheMala – Parte 4 (Final)
Pasaron apenas 10 segundos desde que los comensales votaron por tercera y última vez hasta que se dieron a conocer los resultados. 10 segundos que parecieron durar 10 horas, pero el resultado llegó y en esta ocasión sí que era uno válido: 2 comensales habían optado por el botón verde y los otros 10 por el botón rojo. Javier, Rebeca y el anciano iban a ser ejecutados.
Mientras el anciano y Rebeca se quedaban abatidos en su sitio, Javier intentó levantarse de nuevo pero sus esfuerzos fueron inútiles. Los 10 comensales que apretaron el botón rojo iban saliendo ordenadamente de la sala mientras los guardias se disponían a atar a la silla a las tres personas restantes. Una vez terminada su labor, la sala quedó cerrada herméticamente mientras la señal en directo de la televisón ofrecía un plano cenital de la sala.
Javier seguía intentando resistirse a su destino, pero se le había terminado el tiempo. La sala estaba comenzando a llenarse de humo y de gas mientras la cámara de televisión enfocaba directamente al comensal más combativo del día de hoy, que se iba adormeciendo rápidamente mientras el canal estatal iba dando por terminada la retransmisión con el nuevo himno nacional sonando mientras la imagen de la sala se convertía en una especie de niebla gris espesa. Era el fin.
…
…
– ¡Javier!
…
– ¡Javier! ¡Despierta!
No era posible. Javier estaba escuchando una voz que le sonaba familiar. ¿Estaba muerto? ¿Estaba soñando? Parecía que estaba vislumbrando un poco de claridad, y con la visión medio borrosa acertó a ver un cielo azul radiante… Y una figura que se parecía a aquel anciano que estaba sentado 3 metros delante en aquella maldita sala…
– ¡Javier! Le ha costado despertarse, amigo. ¿Cómo se encuentra?
– Dormido, drogado, pero… ¿Esto qué es? ¿Dónde estamos?
– Por el clima yo diría que en alguna isla subtropical.
En aquel momento Javier empezó a unir algunas piezas. Esa voz… Hacía años que no la escuchaba, pero ese acento gallego y esa manera de pronunciar las eses le dio la pista definitiva.
– Pero… ¿Es usted…? ¿¡Mariano Rajoy!?
– Lo soy, lo soy.
– ¿No había escapado al golpe?
– Escapé, pero el Mossad me encontró hace una semana y… Bueno, aquí estamos.
En ese momento Javier levantó la vista y creyó reconocer a su compañera comensal Rebeca junto a otros comensales de otras NocheMalas. Nadie había muerto, estaban todos allá.
– Toda esta gente…
– Sí, Javier. Son comensales de otros años. Estan todos aquí.
– Pero… ¿Por qué? ¿Todo esto es una puta broma? ¿Hay una cámara oculta?
– Puede que la haya, puede que no la haya…
– ¡No, joder, no! Esto no puede ser.
– Tranquilícese Javier, no se altere. De momento, los comensales tenemos que elegir al cacique de esta isla.
– ¿¡Cómo!?
– Sí, Javier, ya lo sabe usted: Es el comensal el que elige el cacique y es el cacique el que quiere que sean los comensales el cacique.
¡Feliz Navipeich!
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[…] Continúa en la parte 4 […]