Viernes por la tarde
Es viernes, finales de enero, y andaba yo pensando en escribir un nuevo post aunque sólo fuera para que el primero de la lista deje de ser el relato que me inventé justo antes de Navidad.
Había pensado escribir sobre Dolores O’Riordan, pero no me apetece hablar de cosas tristes en este momento. Tampoco de distopías, quizá sí de utopías. En esta época del año es normal dejar que la imaginación fluya.
A veces pienso en escribir un libro, de ficción seguramente, pero mi vagancia natural me impide escribir cualquier cosa más extensa que dos páginas. Demasiadas ideas en la cabeza y poco orden, a lo mejor soy un genio y aún no me he enterado.
Me imagino cómo sería escribir un libro, y creo que me llevaría más o menos el mismo tiempo que a James Joyce le llevó escribir Finnegans Wake (15 años). Obviamente, hay una pequeña diferencia: Joyce sí que era un genio y yo sólo alcanzo el grado de fistro.
A todo esto, transcurridos 19 días desde que empezó 2018 ya he cumplido todos mis propósitos y a la vez ninguno de ellos para todo el año. Eso me da cierta tranquilidad, ya que no soy buen amigo de los plazos y de las prisas. Lástima que mi trabajo se base en plazos y prisas.
Y dicho esto, ya he conseguido escribir un nuevo post sin decir absolutamente nada. Maravilloso.