NocheMala – Parte 3
La explosión descontrolada de Javier fue presenciada en directo por millones de espectadores desde su casa. Sin embargo, estos espectadores no pudieron ver, aunque sí intuir, la magnitud de la paliza que en menos de un minuto recibió el comensal número 2 de la NocheMala de este año.
Una vez sentado de nuevo en su sitio, sin casi fuerzas para la asburda votación gastronómica, Javier apretó al azar uno de los botones que tenía delante. Una vez terminada esa votación, cuyo resultado no interesó lo más mínimo a los comensales, por megafonía se empezaba a explicar el mecanismo de la votación:
– Los 12 comensales deberán votar si el invitado «espcial» sobrevive (botón verde) o no (botón rojo).
– No están permitidos los resultados unánimes, ni tampoco un empate a 6 votos.
– Habrá un máximo de 3 votaciones, si la primera y la segunda dan resultados no permitidos.
– Se cumplirá el resultado que obtenga una mayoría no unánime. Los votantes de la opción minoritaria, sea cual sea su opción, no sobrevivirán.
– El invitado especial únicamente sobrevivirá si se diera una mayoría no unánime de votos a su favor.
– Si se llegara a la tercera votación y esta diera un resultado no permitido, nadie sobrevivirá.
La tensión en la sala había llegado al máximo posible. En este punto, los comensales tenían absolutamente prohibido levantar la mirada de los dos botones que acababan de aparecer a tres palmos de su cara. A pesar de su estado malherido, Javier estaba concentrado pensando en las votaciones de años anteriores y en el botón que debía presionar.
Una vez dada la orden, los 12 comensales presionaron el botón elegido. Javier eligió el botón rojo y esperó al resultado, que estaba tardando más de lo normal… ¡Empate! Por segunda vez en la historia de estas votaciones, se había producido un empate a 6 votos. Javier se quedó paralizado al mismo tiempo que la voz por megafonía les recordaba que había que repetir la votación.
Javier recordó que tras el anterior empate casi todos los comensales apretaron el botón rojo en la siguiente votación. ¿Qué debía hacer? ¿Qué carajo iba a votar ahora la mayoría de la gente? Sin más tiempo para pensar se dio la orden para realizar la segunda votación y el comensal número 2 cambió del rojo al verde. Tras ello, un nuevo silecio incómodo precedió al resultado: ¡Empate a 6!
Después de unos segundos de estupefacción generalizada, la voz distorsionada de la megafonía recordaba a los comensales que estaban ante su última oportunidad. Javier ya se iba olvidando de la lógica y no tenía ni idea de qué botón apretar en la tercera y definitiva votación. Consiguió ver de reojo la mano temblorosa de Rebeca, la comensal número 1, y cuando se dio la orden para votar de nuevo dirigió su dedo de nuevo al botón verde.
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