El cuadernista
Después de unas cuantas semanas sin escribir y habiendo ya pasado casi un año desde que volví a Irlanda me encuentro con ganas de escribir sobre temas que quizá sería mejor que no escribiera aquí.
Por una parte, veo las noticias de aquí y las de mi país de origen y dan ganas de llorar. A veces de reír, pero generalmente de llorar. Y eso que la última vez que escribí aún gobernaba un tal Mariano.
Por otra parte, están pasando cosas tan bizarras donde trabajo este verano que dan ganas de contarlo en un relato irónico-festivo. Me encanta ese género, pero quizá lo deje para cuando escriba un cuaderno de campo.
Oh, los cuadernos de campo. Quién los haya leído alguna vez sabrá de qué hablo. Creo que llevo como unos 10 años mandando una serie de emails cuando me apetece a la gente con la que he trabajado o compartido «otras aventuras».
Recuerdo que los primeros cuadernos que escribí cuando trabajaba en una fábrica de electrodomésticos. Seguí enviándolos cuando iba cambiando de empresa (o en el paro), como autónomo, en otro país, etc. Generalmente para echarme unas risas cuando los escribo.
Anoche vi una película sobre un mindundi que quiere ser escritor y publicar una novela como sea. A veces me planteo ponerme a escribir un libro, sin importar la extensión… Pero me conozco y sé que pasaría a formar parte del conjunto de proyectos inacabados de mi vida.
Y así pasa la vida un viernes por la tarde. Con un sueño y un cansancio del carajo mientras veo como sale el sol, llueve, hace viento, sol, llueve otra vez… Necesito vacaciones. Muchas. Indefinidas. O jubilarme ya. Querido lector, apadríname para que pueda hacer lo que me dé la gana. Podría ser el próximo James Joyce pero aún no lo sabemos.