Malditos volcanes
Vivir en Canarias tiene unas ventajas claras e innegables, pero las desventajas son igual de rotundas. Una de ellas la estamos viviendo en estos momentos en la isla de La Palma en forma de volcán.
Más allá de la deformación de una parte de la isla y las indudables pérdidas económicas, me causa una angustia increíble ponerme en el luegar de las personas que están perdiendo sus casas y/o su medio de vida en estos momentos.
¿Cómo sale alguien de una situación así? Porque los palmeros tienen «suerte» (con muchas comillas) de al menos salir vivos de esta. Otras personas que sufren catástrofes parecidas ni siquiera pueden contarlo.
Vivimos tiempos extraños, convulsos, donde los planes a largo plazo carecen de sentido. El Carpe Diem y el cortoplacismo parecen ser la solución si tenemos una visión espantosa (quizá realista) del futuro. Y eso sin contar catástrofes más o menos previsibles.
Me gustaría creer que es posible vivir la realidad sin tener que distorsionarla o escapar de ella. Quiero disfrutar de mi existencia, por insignificante que sea. Algunos días cuesta más que otros, pero aquí sigo… Al lado del mar y a pocos kilómetros de un volcán inactivo pero aún caliente.