La rallada del lunes a las 23h.
Está acabando el lunes, lo cual no sé si se debe considerar motivo de alegría o no. Mañana viene el martes, y hace tiempo unas cuentas personas llegamos a la conclusión de que el peor día de la semana no era el lunes, sino el martes. ¿Por qué? Porque el lunes a pesar de que uno suele ir con el sueño cambiado llegas (normalmente) contento por haber disfrutado de 2 días de ocio. Pero el martes… Lo puedes ver a tu alrededor, las caras se alargan porque a pesar de haber sobrevivido al lunes, el viernes queda lejano.
Pero bueno, llega el martes y tú vas todo feliz o amargado con tu tupper sin nevera donde meterlo y te dispones a echar tus horas. El reloj avanza lentamente, salvo que toque alguna fecha de entrega en cuyo caso el reloj se dispara. La tarde del martes… Ay la tarde del martes. Por mucho café o carajillo que te tomes no parece acabar nunca. Pero acaba, y llegas al miércoles. La calidad de los tupper suele bajar a medida que avanza la semana, con lo cual el miércoles es fácil aparecer con una lata de garbanzos a la riojana.
El miércoles a mucha gente se le acaban las ganas de cocinar y a veces vas a comer fuera los jueves. Eso tiene un peligro, ya no sólo es que te gastes más pasta para comer fuera que con unos garbanzos Hacendado, es que por algún extraño motivo al comer fuera te sientes obligado a tomar vino. Eso hace que las tardes de jueves sean el mejor momento de la semana laboral… O una tortura lenta y dolorosa. Pero soportarla tiene premio, ya que superada esa tarde ya sólo queda el escollo del viernes.
Y el viernes, ay los viernes…
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