Una de chinos (de bares, concretamente)
Hace unos años, en mis tiempos gefeteros, íbamos bastante a menudo a un «bar de chinos» cerca del Pilar. Tenía sus cutreces pero tenía su encanto, sobre todo sus mini-bocadillos que eran del tamaño de uno del Pans o del Bocatta, no se quedaba uno con hambre desde luego. Dentro de sus limitaciones lingüísticas y de otra índole, esa gente nos tenía más o menos contentos, hasta recuerdo que nos regalaron unas carteritas en navidades :P. Hoy he vuelto a un bar regentado por orientales, y he constatado las diferencias que hay entre orientales y occidentales a la hora de trabajar.
La primera diferencia era evidente: Mientras iba viendo todos los bares cerrados por vacaciones, los únicos abiertos tenían camareros con ojos rasgados.
Lo segundo: Pido un café con hielo y me saca un tazón de café entre doble y triple con un buen vaso para volcar el café acompañado de chocolatina. Todo por 1.15 €, no está mal, ¿no? En los sitios que te dan una chocolatina el precio suele irse más para arriba… Y la dosis de café más para abajo.
Por último, han sido muy amables hasta para darme cambio cuando les he soltado un billete porque no llevaba más que monedas rojas en la cartera. En otro bar como poco me habrían puesto mala cara, o me hubieran mandado a escaparrar.
Son buenos comerciantes. Vale que su método de trabajo pueda parecer desleal en ocasiones, pero es lícito y además, en muchas ocasiones, saben ganarse un cliente por una simple cuestión de detalles.