La tensa espera
Hay muchas variables que afectan a la vida diaria de un autónomo pero puede que la más crítica sea el tiempo. Hay días en los que 24 horas no son suficientes y otros días (los menos) en los que dan ganas de darle una patada al reloj para que vaya más rápido. Esos días suelen ser en agosto, que es cuando parece que alguien ha puesto el cartel de «Cerrado por vacaciones» encima de la Península Ibérica.
Hablando como autónomo, tengo que cuadrar una ecuación que relaciona tiempo y dinero. Lógicamente, lo que todos buscamos es obtener el mayor rendimiento monetario posible al tiempo que estamos picando en la mina, o en mi caso dándole a la tecla. Para ello, entra en juego el maravilloso juego de hacer de comercial de uno mismo. En ocasiones, este trabajo resulta más fácil gracias a contactos profesionales, a colegas o a tener un bonito perfil en LinkedIn. De LinkedIn ya hablaré otro día porque merece un capítulo aparte.
Perfecto, tenemos un posible cliente que quiere hacer algo. Supongamos que es del tipo de cliente que realmente sabe lo que quiere (difícil en el mundo de la informática). Entonces llega el momento de hacer un presupuesto, donde entra de nuevo la ecuación entre tiempo y dinero. Claro, en este caso suele ser algo tan sencillo como calcular el tiempo y multiplicar por la tarifa horaria… Pero también hay que encajar la estimación con el tiempo real que creo que voy a tener, ya que normalmente un programador autónomo está haciendo mínimo 2 proyectos a la vez. Bien, llega el momento y envías tu bonito presupuesto lo más detallado posible y llega el momento de la tensa espera.
La tensa espera es un periodo que puede durar de 5 minutos hasta el infinito. Si dura 5 minutos, malo. O porque el presupuesto es muy bajo o porque el cliente en cuestión te planta una contraoferta sin haberse leído nada más que la cifra total. ¿Pero si la tensa espera dura unos días, semanas…? Es seguro que en ese periodo un nuevo posible cliente vendrá con un proyecto urgente que se solapa en tiempo con el que acabamos de presupuestar. Es entonces cuando tenemos que decidir si nos la jugamos a doble (o triple) o nada. Después de terminar de escribir esto, voy a tomarme un momento de relax (y luego probablemente otro momento de cervezas) ya que precisamente estoy en uno de esos momentos de tensa espera.